jueves, 19 de enero de 2023

 EL SISTEMA DE RECOMPENSA DE CEREBRO. LAS DOS CARAS DE LA MONEDA.

El sistema de recompensa reside en un complejo circuito cerebral formado por varias áreas neuroanatómicas conectadas entre sí, llamado vía mesolímbica. La sustancia que activa el sistema es el neurotransmisor dopamina, muy relacionado con las conexiones del deseo y el placer.
Es un mecanismo que nos lleva a conectar determinadas situaciones con el placer. En realidad, es una forma de adaptación, así como una estrategia, que nuestro cerebro desarrolló para garantizar nuestra supervivencia.
Esto se debe a que al asociar una sensación agradable con un gesto, promovemos el aprendizaje. El sistema de recompensa, por ejemplo, le da al acto sexual el tipo de placer que nos da ganas de repetirlo. De esta forma se asegura la supervivencia de la especie.
Como los seres humanos se exponen a una gran variedad de situaciones para las cuales la evolución biológica no nos ha preparado, estos mecanismos premian ciertas acciones por encima de otras, haciendo que aprendamos sobre la marcha lo que es bueno para nosotros y lo que no lo es.
Esto quiere decir que, en primer lugar, presiden aspectos como comer, beber, tener relaciones sexuales. El sabor de la comida produce placer, al igual que un vaso de agua fría en verano o hacer el amor. De esta forma se estimula el aprendizaje y la repetición de estos gestos.
Sin embargo, no son las únicas funciones que repetimos siguiendo la respuesta de este sistema. También experimentamos placer con los deportes , los juegos, descansar, una conversación con los amigos en el bar, esperar un like en la foto que acabamos de subir a nuestras redes sociales, comernos un postre de chocolate, ir de compras o al cine y por supuesto, la drogas, que merecen una mención aparte porque son la otra cara de la moneda de este fascinante mecanismo de adaptación cerebral.
Las drogas, consiguen “hackear” el centro de recompensa del cerebro, de manera que pasa a ser una herramienta que nos orienta a un único objetivo, haciéndonos perder el control sobre lo que hacemos.
La elección de consumir una droga en un principio es voluntaria y totalmente controlada, como por ejemplo la elección de probar la heroína, que sería el caso más extremo.
Esta sustancia estimulan la secreción de dopamina en el circuito de recompensa pero al hacernos adictos, según varios modelos neuroquímicos que explican las adicciones, esa estimulación se transforma en patológica, aumentando el deseo pero no el placer.
Al entrar en la adicción, nuestro sistema de recompensa solo se activará al consumir una dosis, en este caso de heroína, dejándonos totalmente incapaces de sentir placer por otra cosa. La persona vive con el único objetivo de obtener esa dosis de forma compulsiva. Bloquea el sistema de recompensa, lo “hackea”…



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