El fantasma
desde el punto de vista analítico, es una producción imaginaria que el
individuo tiene a su disposición para ciertas ocasiones más o menos frecuentes
pero fundamentalmente para sustituir la realidad, para sustituirla por otra
diferente o para repararla o adaptarla. Por ejemplo, para exteriorizar en la
consciencia deseos reprimidos y llamar a un acto como puede ser una obra de
arte. Pero también se pueden pensar las fantasías como representaciones no
destinadas a convertirse en actos.
Freud nos dice
que el neurótico sustituye una parte de la realidad intolerable por la
fantasía, tomando de allí el material para la constitución de su deseo por
medio de los mecanismos ya conocidos de conversión, desplazamiento y
transformación y en la psicosis, la fantasía también constituye el lugar de
donde se recoge el material o el modelo para edificar la nueva realidad. Pero
el psicótico reemplaza la realidad exterior; y en cambio, el neurótico se
apuntala en un fragmento de la realidad -diverso de aquel contra el cual fue
preciso defenderse-, prestándole un significado particular y un sentido
secreto. Así, para ambas, neurosis y psicosis, no sólo cuenta el problema de la
pérdida de realidad, sino el de un sustituto de realidad.
En los
neuróticos, los fantasmas son inconscientes y de gran importancia para la
génesis de síntomas diversos, pues equivalen a las formas en que los
componentes reprimidos de la libido encuentran su satisfacción. Constituyen
también la base de los sueños. En la psicosis palabra y discurso están
perturbados, lo que provoca una falla estructural en la constitución del
fantasma.
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