La
psicología psicosomática consiste en formular de manera empírica las leyes que
rigen las relaciones entre un acontecimiento psicológico y otro fisiológico que
coinciden en el tiempo y al mismo tiempo podemos decir que consiste en formular
las leyes entre procesos psicológicos y actividad neuroendocrina e inmunológica
y también lo relativo a las influencias socio ambientales y las respuestas
psicoorgánicas. En definitiva, el objetivo fundamental de su estudio es la
enfermedad entendida como una conjunción necesaria de factores biológicos,
psicológicos y sociales y en función de ello encamina el diagnóstico y
tratamiento.
Por
otro lado, podemos establecer que los objetivos de la psicología psicosomática
van encaminados a reconocer los modos en los que se expresa la angustia, los
momentos en los que aparece la tensión, las razones de porqué un contexto
genera un papel patológico, saber ubicar el origen de una pérdida afectiva o
una herida narcisista, saber ubicar los periodos de crisis que amenazan la
homeostasis biopsicosocial, conocer los perfiles de los distintos tipos de
personalidad psicosomática, saber qué tipo de organizaciones psíquicas
convierten al sujeto en más vulnerable y comprender qué particularidades del
desarrollo infantil pueden favorecer dichas organizaciones psíquicas.
La
psicología psicosomática se aplica con intervenciones subjetivas y de forma individual, en sujetos que no
presentan causa orgánica. La dinámica del proceso de enfermar se fundamentaría
en la reactividad al componente psicológico, el cual, actuaría mediante
diversos mecanismos de respuesta predominantemente fisiológicos y relacionados
entre sí, sobre diversos sistemas, órganos y tejidos, provocando enfermedad.
Actualmente no se pone en duda la relación entre los conflictos psíquicos como
el estrés y los trastornos orgánicos y emocionales de diversos tipos, pudiendo
provocar trastornos en prácticamente todos los órganos del cuerpo humano y
pudiendo ser responsable de los diversos trastornos por ansiedad y trastornos
afectivos. Al componente psicológico se le puede caracterizar en su relación
con la enfermedad; como factor de riesgo desencadenante, como variable
responsable del desarrollo, como variable de agravamiento y cronificación de la
enfermedad y como factor de riesgo junto a otras variables (antecedentes
familiares de enfermedad, edad, hábitos tóxicos, hábitos generales,
enfermedades previas, ambiente, etc).
Podemos
asegurar que todos los sistemas orgánicos pueden ser potencialmente vulnerables
al componente psicológico o dicho de otra forma, todos pueden convertirse en
expresión corporal patológica de un conflicto psicológico, de manera que el
cuerpo actúa como canal de expresión del malestar psicológico. Particularmente
desde el enfoque psicosomático, utilizaremos los términos: somatización y los
mecanismos de desplazamiento, emigración, sustitución, simbolización y
psicosis, cuyo abordaje será fundamental en terapia. Poniendo un ejemplo, el
tracto gastrointestinal es una de las localizaciones u órganos diana más
frecuentes de los trastornos producidos por el estrés (componente psicológico),
debido a la gran cantidad de terminaciones nerviosas del sistema autónomo que
lo inervan. Se ha asociado fundamentalmente a la úlcera gastroduodenal y
al síndrome de colon irritable. En definitiva, el componente psicológico, actúa
sobre el componente corporal con tal transcendencia, que repercute en el
inicio, mantenimiento y recuperación o no de la enfermedad y esta conexión se
fundamenta en la existencia de complejas
vías neuroanatómicas y neuroendocrinas que se activan con la percepción
del conflicto psíquico y repercuten fisiológicamente en la enfermedad.
Del
mismo modo es importante recordar que la persona candidata a padecer un
trastorno psicosomático se caracteriza porque
hay una gran dificultad en ella para establecer la coincidencia entre lo
psíquico y lo físico, una dificultad para encontrar ese nexo y son personas que
suelen coincidir en una serie de requisitos tales como: tener una lesión
orgánica detectada por técnicas médicas, tener una gran dificultad para
exteriorizar los conflictos afectivos, tener un plano relacional afectivo
pobre, una gran adaptación al medio, un mecanismo de defensa de desvinculación
de la realidad, pragmatismo, carencia de subjetividad, alta resistencia a los
tratamientos médicos y psicoterapéuticos y una tendencia a la Alexitimia.
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